A lo largo de nuestras vidas, muchos de nosotros hemos tenido la fortuna o la desgracia de tener que usar el transporte público para movernos en ésta ciudad. Ya sean peseros, taxis o el mismísimo metro, hay una historia que contar, reflexiones profundas que hacemos o simples observaciones a la gente que nos rodea.
Anécdotas que cuentan los taxistas, memorables o escalofriantes. Una vez uno me contó que cuando era chofer de camiones, una vez tuvo un accidente porque atropello a unos individuos que iban cruzando la carretera, y decidió regresarse no para ayudarlos, para terminarlos de rematar, pues me dijo: "es que joven, sale más barato un vivo que un muerto." A lo que yo sólo pude responder: "Me deja en la siguiente esquina, por favor."
A la larga nos podemos topar con varios personajes que en la vida volveremos a ver, o que en su defecto, los veremos más seguido de lo que queremos.
En el pesero uno siempre puede hasta empezar a clasificar a las personas que nos rodean, que platican a nuestro alrededor, o que simplemente están calladas. Más o menos intentar hacer una proximación de dónde se bajaran por como visten, por lo que traen, por con quien vienen. Más o menos uno puede atinarle si alguien se va a bajar en Coyoacán o si se seguirá hasta Reforma en el mismo pesero que uno.
El metro. Bendito tren naranja que nos lleva a todos lados con sólo dos pesitos... Pero que guarda personajes de todos colores y sabores.
En éstas épocas del año, no puede faltar aquellos muchachos que pasan con su latita pidiendo para el teletón y el séquito de supuestos enfermos que piden una cooperación voluntaria para ayudarlos con sus medicamentos. Una vez, así, seguidito se subieron dos individuos, uno tras otro con la misma historia... Estaban enfermos de leucemia y no les alcanzaba para las medicinas etc... El punto es que... ¡Fue el mismo discurso! Sólo le di al primero, ni modo. Se vio más vivo, pero se me hace interesante. O también aquellos valientes que llevan su bolsa de vidrios rotos y que quieren provocar una reacción en la audiencia viajera mediante dándose marometas en sus vidrios y mostrando sus espaldas demacradas.
No puede faltar quien le pone sabor al asunto con su Música roquera con "Escalera al Cielo" de Led Zeppelin, "Paranoía" de Sábado Negro y muchos artístas mal traducidos. Pero siempre, de entre todos se encuentran aquellos vendedores de raeggeton que ponen su bocina a todo lo que da, y ya valió lo que sea que uno esté escuchando, leyendo, pensando o tragando (Está científicamente comprobado que las ondas sonoras afectan la comida).
Y por supuesto, no pueden faltar los honestos. Aquellos que te dicen las cosas como van (No como el gobierno) y que te lo plantean de una manera que la cooperación voluntaria se da hasta con ganas. "Señores pasajeros, acabamos de salir de la cárcel y necesitamos recursos para sobrevivir. No queremos volver a delinquir, así que si son tan amables de ayudarnos, no los asaltaremos en el futuro. Muchas gracias y que tengan buen día." O también el de "Si no quieren ser asaltados en un futuro, mejor aflojen una lanita. Muchas gracias y que pasen buena tarde." Total, uno no se salva de estos pedinches en potencia, pues ya son ASALTANTES EN POTENCIA.
Pero no todos los honestos son así. Hay uno que una vez llegó al vagón y dijo: "Señores usuarios, les solicito que cada uno me dé 5 centavos, para que entre todos pueda salir con 5 pesos." Al ver que nadie le dió ni las gracias, decidí darle los 5 pesos enteros, así por lo menos cumplió su meta.
Y por supuesto que no puede faltar todo aquél buen trovador que pasa con su guitarra a tocar una rato una canción desafinada.
O aquellos sordomudos que al caerse gritan: "No mames ca..." se callan por unos momentos y deciden salir corriendo del vagón. Y ni se diga de los ciegos que por alguna extraña razón se te quedan viendo cuando los ves feo.
En fin... personajes los hay en todos lados, pero los del transporte público dejan cierta huella en el día de uno, que puede ser profunda, o se puede borrar a los cinco segundos.
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